«Me aterra llegar a los 60 con una deuda que adquirí a los 30»

Diana* es una mujer profesional atrapada en una relación violenta, que enfrenta sola préstamos bancarios y deudas familiares adquiridas no solo para cubrir gastos personales, sino también para sostener su hogar.

Un desempleo prolongado, apenas interrumpido por breves contratos de prestación de servicios, ha marcado su cotidianidad desde que intentó reingresar al mercado laboral, luego de varios años dedicados al trabajo doméstico y al cuidado de su hijo. Durante ese tiempo, no cotizó semanas al sistema pensional, perdió redes y vínculos profesionales, y quedó atrapada en una relación de dependencia económica.

Sin acceso a vivienda propia ni oportunidades de formación que le permitan salir de una relación que la asfixia, la historia de Diana revela algo que las cifras fiscales no miden: el impacto emocional, físico y simbólico de sostener un hogar endeudado en un país donde el sistema tributario no redistribuye ni reconoce las cargas del cuidado, y en el que un empleo digno aún parece una promesa lejana para muchas mujeres.

Dale play y conoce su historia ▶️

«La deuda se convierte en aquello que no te permite decir «no» cuando querés decir «no». Por ejemplo, tenemos una situación de violencia doméstica y te querés ir de tu casa y a la vez estás en deuda, entonces hay algo de la imposibilidad de autonomía económica que tiene que ver con estas gestiones de la deuda, que te fijan en ese lugar en condiciones de mucha vulnerabilidad, de mucha violencia«

-Verónica Gago


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