El 11 de mayo de 2021, exactamente tres meses atrás, familiares de Lucas Villa Vázquez confirmaron su muerte.
El 5 de mayo anterior, séptimo día de movilizaciones masivas en el Paro Nacional de Colombia, Lucas había sido impactado 8 veces por las balas que varios civiles armados dispararon en su contra. Estas formas de violencia paramilitar se vieron agudizadas como parte de la represión y eliminación de la protesta y movilización social en el contexto del Paro Nacional colombiano.
Lucas se convirtió en un símbolo de la movilización pacífica y de la represión estatal que cobró la vida de por lo menos 21 jóvenes en el marco de las protestas (1). Una narración discursiva y reivindicativa que dejó por fuera, en su mayoría, la voz de su madre, Stella Vásquez Beltrán.
Alharaca Radio Feminista habló con Stella. Esta es su voz después del asesinato de Lucas.
Stella es una mujer absolutamente espiritual. No hay reflexión sobre la carne humana, sus manifestaciones o expresiones terrenales, tan terrenales como la muerte, que no sean intervenidas, explicadas o sostenidas por una reflexión metafísica del por qué y el para qué.
Así se aproxima también a la historia de su hijo Lucas, una de las seis almas que, según Stella, tomaron la decisión de alojarse en su vientre y elegirla a ella como madre.
Stella habla con el tono y ritmo de una mujer que aconseja. Habla de atravesar las crisis de manera consciente y con atención. Habla de Lucas y habla del mundo.
De Lucas afirma siempre haberlo sabido un ser excepcional, “Más avanzado” afirma, “magnético y especial”. De esos que transitan el mundo en lo que parece una disonancia corpotemporal: a su ritmo, aparentemente más lento que el de los demás, pero con la precocidad de quien ansía aprender un poco cada vez más.
Stella sembró en Lucas su fuerte espiritualidad. Una primera herencia que le serviría como materia prima cuando decidió, a sus 19 años, emprender un viaje para recorrer suramérica.
Con un tablero, un morral, unos tenis rojos y algún dinero que reunieron su mamá y su papá, Lucas inició en Ecuador y cogió ruta hacia el sur explicando “las energías, los chakras” y otras bases espirituales adquiridas en su hogar.
Durante este recorrido, del que Stella recibió una llamada telefónica a cuatro meses de partir y luego un silencio extendido por tres años, Lucas conoció diversidad de gente que su madre puede asegurar lo recordará todavía.
Hubo épocas de abundancia en el hogar de Stella, su esposo y sus seis hijos. Una abundancia que antecedió a la crisis: la ruptura del matrimonio y la escasez económica, la enfermedad. Al menos así lo describe ella que parece estar en estado de alerta permanente frente a los cambios y los momentos oscuros.
Lucas regresó de su viaje ante el delicado estado de salud de su madre y con una serie de lecciones para retornar a la casa materna. Luego del divorcio, Stella tendría que sacar adelante su hogar con la venta de una receta de pan integral que habría sido parte de las estrategias de supervivencia de Lucas en su recorrido por los sures.
Stella habla de Lucas y habla del mundo o, al menos, de Colombia. De jóvenes y adultos enfrentándose a la falta de oportunidades cada vez más violenta, de un conflicto sostenido a lo largo de varias décadas y de una realidad en la que ni el trabajo, ni el estudio, ni mucho menos el ocio están permitidos.
Una realidad que fue generando descontentos, clamores, súplicas y otros fenómenos intangibles que en las palabras de Stella podrían interpretarse como la vibración atómica del hambre y la necesidad. Eso que no se toca, no se ve, pero se sabe allí. No en vano, Stella afirma haber percibido con sus amigas el clima de movilización inminente que desde meses antes al Paro Nacional se percibía en la atmósfera colombiana. Y se percibía incluso del otro lado del atlántico, ahí donde ella busca refugio.
Habla de unas señas en el cielo, habla de la abundancia de descontento. La abundancia que antecede a la crisis.
En la vida de Stella convergen fragmentos de la vida de muchas mujeres colombianas. Una clase media que lo pierde todo. Una generación empobrecida que migra, que protesta. Una cuerpa que es blanco legítimo del aparato narcoestatal y paramilitar colombiano. Una madre que se abraza a lo intangible para sentir que la muerte de su hijo no fue en vano.
Notas:
(1) Observaciones y recomendaciones de la visita de trabajo de la CIDH a Colombia realizada del 8 al 10 de junio de 2021.
La ilustración embebida en la imagen es de la ilustradora @apolineread.
Como uds hacen visible y apoyan el proceso.
De PL en Colombia? Ahhh les comento que en unos dias haremos el lanzamiento de la Corporacion «Lucas Villa Vasquez». Si les interesa.
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