Esta entrada hace parte de #MarzoDesdeLaFábrica, el especial de Alharaca Radio para conmemorar el mes de las mujeres trabajadoras.

Sin importar si su surgimiento obedeció a motivos políticos, historiográficos o literarios, la metáfora de Las Olas para referirse a la movida feminista, a sus ires y a sus venires, a sus picos y a sus valles, hace tiempo dejó de ser suficiente.
Lo que vivimos el 8 de marzo es más parecido a múltiples explosiones simultáneas. Algunas con alto alcance, otras más con niveles de impacto que no se dimensionan fácilmente y otra poca con efervescencias tímidas todavía pero que alimentan una misma incendia gigantesca: la grita enfurecida y hastiada de mujeres por toda la tierra.
Las femininistas nos hemos hecho llama y hemos salido a hacer arder la alianza genocida del patriarcado y el capital.
Bilbao, País Vasco
«Y la que quiera romper que rompa. Y la que quiera quemar que queme. Y la que no, que no nos estorbe» gritaba Yesenia Zamudio, madre de María de Jesús Jaime Zamudio en un video que se viralizó hace algunas semanas por redes sociales.
Su caso es el caso de todas. Es el caso de la madre de una que no volvió a casa, de una asesinada porque un hombre no perdona un NO como respuesta, de una olvidada por la justicia revictimizadora, inoperante, corrupta y mentirosa, de una juzgada y anulada por los medios de comunicación que callan, que sirven de cómplices, que olvidan el seguimiento de la historia.
La historia de Yesenia y la de María de Jesús es la historia de Rosa Elvira, de Ingrid, de Micaela, de Giuliana, de Susana, de Luz Adriana, de Yuliana, de Paola… de la que escribe este texto y de las que lo leerán.
La ira de Yesenia es la ira de todas las que pusimos un pie afuera el pasado 8 de marzo: la ira que exige nunca más una menos, nunca más nuestro silencio, nunca más no volver a casa.
Bogotá, Colombia
La grita del #8M2020 fue contra el macho, contra la iglesia, contra la policía, contra la propiedad privada, contra todo el aparato que durante siglos nos ha condenado al miedo, a la culpa, a la soledad. Contra la violencia que se recrudece, que se sofistica y que pretende tragarse nuestra organización, nuestra vientra que pare una nueva vida, que escupe las ansias de una realidad que nos ha sido negada pero que construimos a diario en nuestras amistades, nuestros círculos, nuestras pandillas, nuestras manadas.
Fue una grita por la nueva vida que sabemos posible al verla en los ojos de nuestras hermanas, en el abrazo de nuestro sufrimiento compartido, en el lamido colectivo de nuestras heridas, en el afilamiento de nuestras garras fieras, salvajes, de animalas desastrozas…ya no de mujeres destrozadas.
Medellín, Colombia
Una fecha que las personas recuerdan por el incendio de la fábrica de textiles en Nueva York pero que es resultado de múltiples luchas históricas de mujeres comunistas, anarquistas, insurrectas y desobedientes vuelve a llenarse de caras variopintas, múltiples, negras, gordas, trans, disidentes.
El #8M2020 fue una grita de encuentro, fue el aullido de la loba que llama a la manada a la juntanza. Fue también un gemido de gata herida, iracunda y vengativa que anuncia muchas más felinas por llegar, felinas a las que ninguna Ola contiene ni espanta.
Córdoba, Argentina
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